sábado, 17 de octubre de 2009

Gracias

Es cierto, muchos dirán que todos los días, mueren miles de personas en el mundo en circunstancias mucho peores, pasando inadvertidos ante el resto del la gente y sin importarle a nadie... pero, ¿que pasaría si tuvieramos que entristecernos por todas las personas que mueren y que ni siquiera sabíamos que existían? Si tengo que sentirme mal por alguien que murió ayer, sería por la que más me afecto a lo largo de mi vida, sería por Andrés...

Lo que daría por haber vivido aquella canasta de Jordan con los Bulls contra Utah, lástima que tuviese solo 6 años y no le prestase atención perdiendo aquella narración cargada de emoción. Pero años más tarde si que pase partidos y partidos junto aquella extraña pareja formada por Andrés Montes y Antoni Daimiel, siguiendo la NBA y a mis queridos San Antonio Spurs. Siempre me acordaré de la final de los Spurs contra Detroit y aquel triple de ese extraño elemento llamado Horry. Recuerdos de mi infancia...

Y habrá gente que dirá que el deporte solo es deporte, que no vale nada, pero el deporte forma parte de mi vida y de la de mucha gente. El deporte nos da buenos ratos y emoción, nos alegra la vida haciéndonos pasar pequeños momentos buenos que es al fin y al cabo lo que termina haciéndonos más felices , y en eso Andrés Montes era el mejor. Él tenía una filosofía de vida que hoy en día poca gente comparte. Él nos alegraba las narraciones de los partidos. Pocos pueden presumir de marcar tanto a una generación de personas, pocos pueden presumir de que amaban su trabajo disfrutando de el y pocos pueden presumir de hacer feliz a la gente.

Se ha ido un crack, un fuera de serie. Hasta siempre y muchas gracias jugón...



I've been around this world
Yet I see no end
All shall fade to black again and again
This storm that's broken me
My only friend

In this river all shall fade to black
In this river ain't no coming back
In this river all shall fade to black
Ain't no coming back

viernes, 9 de octubre de 2009

Amor platónico.

En fin, hace escasamente una hora que ya pasó mi decimoséptimo cumpleaños. Bueno, más concretamente la parte oficial o, si queréis verlo así, la parte diplomática de recibir felicitaciones y regalos de parte de la familia. Mañana, que es puente en la Comunidad Valenciana, se prolongaran los festejos con los amigos o eso espero.

Pero en este cumpleaños ha destacado un regalo, si se puede decir así, por encima de todos. Bueno, no nos engañemos, no ha sido un regalo. Ha sido una sorpresa, un retorno de un viejo compañero que estos últimos días había regresado de unas largas vacaciones veraniegas.

Ese viejo compañero es, ni más ni menos, un sentimiento que creía que se había largado para siempre. Al final ha regresado con fuerza y vitalidad. Es un sentimiento positivo y bueno, pero es un sentimiento cabrón ya que te hace sufrir. Y es que los sentimientos no se corresponden en muchas ocasiones con lo que sucede a tu alrededor. Sé que es un sentimiento que no se va a hacer realidad jamás y que siempre estará hay, a mi lado. Pues ese sentimiento representa mi amor platónico, mi amor platónico más cercano y el sufrimiento de no poder tenerla.

Mierda, esa letra a me ha delatado...

jueves, 1 de octubre de 2009

Allí estaba yo...

... y allí estaba ella. Era una mañana lluviosa de un día a finales de Septiembre, un mes extraño. Llovía mucho y los rayos descargaban toda su fuerza contra la tierra produciendo truenos ensordecedores que sorpendían a propios y extraños. Era un cambio de clase en que habíamos aprovechado para bajar al patio, a contemplar la lluvia desde la pequeña zona cubierta.

Seriamos unas 20 personas las que nos encontrábamos allí, con la tormenta sobre nuestras cabezas que nos comtemplaba con aire desafiante. Yo no prestaba atención a la conversación que mantenían mis amigos. Ajenos a mi ausencia comunicativa, seguían hablando y comentando las vicisitudes de la vida mientras yo me aislaba en mi mundo, un mundo en el que solo habían dos personas en ese momento.

A unos 3 metros de mi, estaba ella. Al igual que yo, contemplaba en silencio la tormenta al lado de sus amigas que mantenía una conversación que escapaba a mi interés. Estuve mirándola varios segundos, admirando su belleza y su apariencia auténtica que me habían hechizado. De repente, su mirada chocó con la mía y yo, cual ladrón sorprendido en el lugar del crímen, aparte la mirada rápidamente para no levantar sospechas y regresé a la conversación...