sábado, 30 de octubre de 2010

A veces tengo ganas de reventar el móvil contra la pared.





Me gusta el frío, pero no me gustan ni los pantalones largos, ni las chaquetas excesivamente gruesas. Que contradicción en alguien como yo, aunque, si nos paramos a pensarlo, yo soy una contracción viviente. Pero creo que tengo algo claro, he llegado a una verdad absoluta en mis pensamientos. Lo que más quiero en este mundo es vivir en un antiguo piso del casco viejo de Barcelona o de San Sebastían. Un piso de esos con las ventanas grandes de cristales gruesos, aguantados por una estructura de madera de color azul claro que entra en contacto con una pared de un color claro, azul o blanco. Y que la luz entre las mañanas de domingo y nos sorprenda tapados hasta arriba por dos o tres mantas y permanecer despiertos hasta que sea la hora de comer. En el fondo, todo lo que quiero es verte amanecer.




Nos vamos de excursión.

lunes, 4 de octubre de 2010

Besos redondos que ruedan y ruedan.





El desierto es demasiado grande y las carreteras son demasiado largas, así que vamos a hacer todo lo posible para que este viaje no acabe nunca. A 120 kilómetros por hora, el viento moldea tu pelo a su antojo y tengo que admitir que es un buen escultor, aunque mis manos son mejores. El jeep descapotable no da más sí y como se acabe la gasolina, me muero. Una canción stoner se escucha a todo volumen en medio del desierto, y ya creo que todo me da igual, que nadie nos puede parar. Desvio mi mirada al asiento del copiloto y te veo, con el pelo totalmente alborotado por la velocidad, refugiandote tras unas gafas de sol. Una piel pálida se asoma tras una perturbadora camiseta de tirantes negra, que deja entrever una figura llena de curvas que me disparan la imaginación. Tanta distracción al volante no puede ser buena. Me miras y de tu boca asoma una sonrisa traviesa. Te sonrio y vuelvo a poner la vista en el asfalto, y es que alguien tiene que conducir. Se escucha un eléctrico y desertico solo de guitarra cuando noto tus labios que me besan muy cerca de mi boca. El tacto dulce de tus labios permanece hechizándome hasta varios segundos después de que los hayas retirado, como un perfume en el aire. Velocidad y tu compañía, arriesgada y adictiva combinación.





Quise cambiar de vida
con la chica del segundo B,
pero llamé al segundo C.






Uhh.Ahh...