viernes, 31 de diciembre de 2010

Mil millones de veces.


El nuevo año fue recibido entre aplausos, mata-suegras, una cantidad paupérrima de confeti y brindis por doquier. A pesar del esfuerzo de los empleados del hotel, con más ganas que medios, la fiesta se asemejaba más a un entierro o a un encuentro de almas perdidas que a una fiesta de año nuevo.

A los diez minutos, la mayor parte de los que allí se encontraban empezaron a desfilar rumbo a los pisos superiores, entre ellos, la pareja protagonista que no se despidió de nadie. Yo permanecí en la barra junto a mis congéneres disfrutando de la bebida y de un karaoke que a duras penas conseguía alegrar el ambiente.

Pocos minutos antes de que se cumpliera la primera hora del nuevo año, abandoné mi lugar en el vestíbulo y enfilé las escaleras que me habrían de llevar al último piso. El trayecto se me antojo eterno pero finalmente conseguí llegar a mi destino. Sin embargo allí no había nadie. Enfrente de mi, se extendía un rellano oscuro, vacío y silencioso. Tan solo un tenue resplandor que ascendía de la calle me permitía divisar unas puertas que supuse serían el desván, y una escalera metálica que conducía a la azotea.

Me apoyé sobre la ventana y mi mirada se perdió entre las infinitas siluetas de sombríos edificios que se extendían mucho más allá de lo que mi vista podía atisbar. La luna a penas era una silueta espectral y menguante que desaparecía intermitente entre las nubes. La nieve se acumulaba en el asfalto y en los tejados de los bloques completando un panorama herméticamente invernal.

Unos minutos después me sobresalté al sentir dos manos rodeándome a la altura del vientre. Era Alicia. Me di la vuelta y nos abrazamos. Sentí como su cabeza, velada por una melena que cada vez me parecía más resplandeciente, se apoyaba en mi pecho.

- Me encanta que haga frío. - dijo ella sin despegarse que mi.







Y no soy muy dado a estas cosas, pero creo que la ocasión lo merece. Y es que hace poco más de una semana se cumplió un año desde que el destino, o lo que sea, me hizo conocer a una persona muy especial. A una chica del norte a la que le gusta tanto la intriga como a mí, y que extrañamente todavía aguanta mis paranoias y absurdeces después de un largo año. Como bien dices, nos falta la foto, pero espero que 2011 se encargue de cambiar eso. Y por eso, quiero que sepas que esta noche no moriré en Valencia (toco madera). Nos debemos un concierto, a ser posible de Love of Lesbian, pero te dejo escoger el grupo. Sencillamente decirte lo especial que eres para mi y que te quiero.




No quiero ponerme ahora a recordar los momentos del año porque no podría, pero, excepto determinadas sensaciones, todo ha estado bien. Espero que 2011 sea mejor y se despejen determinadas lagunas. Creo que el karma me acompaña y que será un buen año. O por lo menos intentaré que así sea.

martes, 21 de diciembre de 2010

Temporalmente.



Hace bastante frío y las nubes dominan el horizonte. Enciendo un pitillo, con cuidado de que no se queme el monte, y dejo pasar los minutos y las horas mientras el sol se va poniendo. En la distancia, se hace audible un aullido lobuno y me sorprendo: no sabía que todavía quedaban lobos por aquí. Pero no tengo miedo, a pesar de estar solo en la montaña, pues sé que los lobos no atacan a las personas.

El frío empieza a ser inquietante y estoy considerando la posibilidad de volver a casa, aunque no me atrae demasiado sinceramente. Me gustaría quedarme aquí más tiempo, pensando cosas entre árboles, piedras y la nada más absoluta. Aunque supongo que en el fondo me gustaría estar en otro lugar, porque todo el mundo quiere estar en otro sitio. Pero eso no depende de mi.

Me estoy helando, y encima se está levantando viento. Ya no puedo ni encender el cigarro así que es hora de irse. Sacudo el polvo del vaquero y me pongo a caminar a través de la sierra, cruzando un pequeño riachuelo y saltando un par de piedras. Las luces de las casas ya son visibles y el viento sopla cada vez más fuerte, la verdad es que no apetece estar fuera. Ahora tengo ganas de llegar a casa, darme un baño, poner música, y beber cerveza mientras veo un partido. Y con algo de suerte, hablar contigo.



Quiero que estés aquí, quiero tenerte dando vueltas a mi lado todo el tiempo, en nueve órbitas concéntricas y yo estar en el centro. Será mucho pedir, pero es lo menos que merezco.





Ésta me gusta. Me voy un rato, vuelvo enseguida. Desconectando temporalmente.

jueves, 16 de diciembre de 2010

El mismo teatro.


Todas las noches en la cama, ya con la luz apagada, me digo a mi mismo que tengo que cambiar de vida, que toda esta mierda se acabó. Pongo el despertador a las 9, quiero arreglar la casa, dar un paseo y que me de el sol, tal vez leer algo y comprar un buen traje, o quizá olvidarte de una vez. Me duermo pensando en mi nueva vida, en lo feliz y bueno que voy a ser.

Unas horas después, el despertador suena y decido que mi nueva vida puede esperar 5 minutos más. 5 minutos que se transforman en dos horas, y me vuelvo a levantar con dolor de cabeza. Me alegro porque en la despensa quedan cereales y pongo un viejo vinilo en el toca discos mientras me tumbo en el sofá, a ver un partido. En la esquina del salón, descansa mi bajo y en la mesa, al lado del mechero y una bolsita, suena el móvil.

Lo cojo y tu suave voz me da los buenos días, y pienso que, después de todo, esto no está mal.






No estoy seguro de que la droga pueda sustituirte, pero, si no me haces caso, tendré que intentarlo. Creo que no entiendo a las mujeres. Por lo menos a ti no.







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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Diciembre.




Ahora bien, cuando no era más que un muchacho, me apasionaban los mapas. Me quedaba horas contemplando América del Sur, o África o Australia, y me perdía en las glorias de la exploración. En aquellos tiempos, aún había muchos espacios en blanco sobre la tierra y cuando alguno de ellos me parecía particularmente atractivo (en realidad, para mí todos los eran), lo señalaba con el dedo y decía: "Cuando sea mayor, iré allí". Recuerdo que el Polo Norte era uno de aquellos lugares. Todavía no he estado allí y ya no creo que lo intente, se ha perdido el encanto. Había otros lugares próximos al ecuador, y en todas las latitudes de ambos hemisferios. He estado en algunos de ellos y... bueno, no es de eso de lo que estamos hablando. Pero de entre todos aquellos espacios, el mayor, el más blanco, por así decirlo, era el que más me atraía.

"El Corazón de las Tinieblas"
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Odio con todas mis fuerzas que mi blog se convierta en un diario, pero no puedo hacer nada hasta que alguna musa ilumine mi inspiración. Ya hace tiempo que ninguna lo hace.



Llega diciembre, vuelve el frío si alguna vez se fue.