domingo, 3 de abril de 2011

Hielo.



Se enfría el café sobre la mesa y nadie dice nada. Me cuentas que todo te va bien y yo asiento con la cabeza, escéptico ante tus ojeras y tu palidez extrema. La gente se mueve de un lado a otro del café y todo me resulta muy extraño, casi como ajeno. Hace un día soleado y yo siento que lo estoy desperdiciando, que estoy viajando al pasado.

Pones tus manos sobre la mía y me acaricias, haciéndome recordar la suavidad que las caracterizaba, mientras levantas la vista hacía mi. Me miras fijamente, con esos ojos azules que antes me cortaban el aliento y lanzas el ataque final con una sonrisa melancólica y llena de tristeza. Pero ya no me hace efecto.

Me mantego firme y aguanto la mirada sin grandes problemas. Comprendes que las cosas han cambiado y apartas tus manos de la mía. Te miro indiferente deseando que esto acabe rápido. No me alegra verte así, pero tampoco me entristece. Simplemente me da igual, me das igual. No sé por que ahora que ya no te quiero, me llamas.



¿Qué puedo hacer si no puedo hacer nada para acabar con algo que no acaba?.