domingo, 20 de marzo de 2011

No me puedes decir que todo acaba aquí.



Desvié la mirada otra vez hacía mi vaso y atisbé una figura sentada en el taburete de mi izquierda. Era una mujer rubia, enfundada en un seductor traje negro. Me fijé en sus esbeltas piernas y en unas caderas magistralmente moldeadas, que se escondían tras aquel vestido de infarto. Una larga y deslumbrante melena rubia, que contrastaba con la prenda, caía más abajo de sus hombros. Suspiré y no pude evitar pensar en Alicia. No era la primera vez aquella noche y supuse que no iba a ser la última.

Aquellas dos mujeres eran muy diferentes. Una, con el pelo largo y castaño y una mirada hipnótica, ofrecía una belleza cálida, casi otoñal; mientras que la otra, rubia y de proporciones helénicas, encarnaba el ardiente deseo y la pasión. Las dos tan diferentes pero a la vez idénticas, y es que ambas eran femme-fatales, capaces de hacer perder la cabeza a cualquiera. Una de ellas lo había hecho conmigo. Alicia.







Deberíamos dejarnos de chapuzas y de inventos, y perdernos por los bosques que aún no conocemos. Y ser como el sol de otoño y escaparnos de verdad, no nos echará de menos esta mierda de ciudad.

domingo, 13 de marzo de 2011

Frío.




Hace ya mucho tiempo que me marché, y aún más tiempo de la última vez que te vi. Se me antoja lejana aquella tarde invernal, la de mi despedida, con la que pretendía hacerte daño. Pensé que tal vez mi ausencia te hiciese sufrir, como tú me hiciste a mi, y a la vez liberarme de una situación que me devoraba por dentro. En este tiempo conocí a otras mujeres que intentaron hacerme feliz, sin embargo, siempre te veía a ti. Unas veces tu pelo, un gesto, o una simple mirada que me recordaba a ti. Esta mañana he salido de la ducha y he perdido el tiempo, sentado en un rincón del baño, pensando en la manera en la que derribaste todas mis esperanzas... Ya ves que no te he olvidado, lo que creo que te hará sentir bien.


Hace frío en la calle, se instala en mis huesos, espero que sea frío, tan sólo eso.