domingo, 5 de febrero de 2012

Casi todo son señales.

No se cansa de jurar que ella es diferente. Le gusta mentir, y lo hace muy bien, pero ya es mucho tiempo y me aprendí todos sus trucos. Ella apoya su cabeza sobre mi pecho, su pelo me roza las mejillas y sé que no hay ningún lugar mejor que a su lado. Me dice que me quiere, me miente, y yo le sigo el juego diciéndole que la quiero. Así está tranquila y yo disfruto de su calor, de sus labios y no me quedo solo los días más fríos.

A veces se incorpora y despega su cabeza de mi pecho para mirarme fijamente, y me sonríe sin despegar los labios mientras veo sus ojos increíbles mirarme con aires felinos. Y, en ese preciso momento, sé que me va a besar, y lo hace y creo que la quiero en realidad. Pero hace tiempo aprendí que yo no me puedo enamorar; a pesar de que hay días que creo que sí, en el fondo sé que no sabría quererla de verdad.

Y seguimos con lo nuestro, esperando algún simple giro del destino.



Y otra noche más tú querrás soñar
pero la más pura soledad
no se cura con champán y cocaína.

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