martes, 21 de diciembre de 2010

Temporalmente.



Hace bastante frío y las nubes dominan el horizonte. Enciendo un pitillo, con cuidado de que no se queme el monte, y dejo pasar los minutos y las horas mientras el sol se va poniendo. En la distancia, se hace audible un aullido lobuno y me sorprendo: no sabía que todavía quedaban lobos por aquí. Pero no tengo miedo, a pesar de estar solo en la montaña, pues sé que los lobos no atacan a las personas.

El frío empieza a ser inquietante y estoy considerando la posibilidad de volver a casa, aunque no me atrae demasiado sinceramente. Me gustaría quedarme aquí más tiempo, pensando cosas entre árboles, piedras y la nada más absoluta. Aunque supongo que en el fondo me gustaría estar en otro lugar, porque todo el mundo quiere estar en otro sitio. Pero eso no depende de mi.

Me estoy helando, y encima se está levantando viento. Ya no puedo ni encender el cigarro así que es hora de irse. Sacudo el polvo del vaquero y me pongo a caminar a través de la sierra, cruzando un pequeño riachuelo y saltando un par de piedras. Las luces de las casas ya son visibles y el viento sopla cada vez más fuerte, la verdad es que no apetece estar fuera. Ahora tengo ganas de llegar a casa, darme un baño, poner música, y beber cerveza mientras veo un partido. Y con algo de suerte, hablar contigo.



Quiero que estés aquí, quiero tenerte dando vueltas a mi lado todo el tiempo, en nueve órbitas concéntricas y yo estar en el centro. Será mucho pedir, pero es lo menos que merezco.





Ésta me gusta. Me voy un rato, vuelvo enseguida. Desconectando temporalmente.

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