domingo, 27 de noviembre de 2011

Despeja tus dudas.

Puede que te vaya a ver, o puede que me atrinchere aquí.


Y allí estaba yo, en la boda más extraña en la que había estado en mi vida, donde no conocía a nadie excepto a ti, a la novia. Me pediste que viniera y, acostumbrado a hacer lo mejor para ti y lo peor para mi, acabe viniendo aquí. Menos mal que había buen whisky. Te observaba desde lo lejos, con el vaso en la mano, mientras tú te reías y disfrutabas; nunca te había visto más feliz, y aunque en alguna ocasión te dije “si tú eres feliz, yo soy feliz”, aquella vez no fue así.

El novio pasó cerca de mi y me vio. Le miré y descubrí una mirada a medio camino entre el odio y la frialdad, pero ya sabes que a mi nadie me gana en los juegos de miradas y bebí un trago mientras le miraba de la forma más indiferente del mundo. Le di la enhorabuena, pero no me contestó y se fue. Obviamente no le gustaba que yo estuviese allí, y realmente le entendía, pues yo también sería el hombre más celoso del mundo si estuvieras a mi lado. Y en vez de pensar que me habías invitado para hacerme daño, me sentí bien al pensar que a pesar de él, querías que yo estuviese allí porque aún me querías.

Fue pasando la tarde y tuve que dejar de beber, ya llevaba alguna copa de más y tenía que coger el coche en unas horas. Salí al jardín de aquel lugar, lleno de árboles viejos y altos que eran movidos por un viento constante y fuerte. Maldito viento, que frío hacía.

Y decidí que estaba perdiendo el tiempo y que tenía que irme. Y al volverme te descubrí a unos metros de mi, me habías seguido otra vez como hacías hace tiempo. No sé si fue el alcohol o aquel precioso vestido y la mujer más maravillosa del mundo que lo llevaba, pero no pude decir nada.



Y lo estuve intentando muchas veces y no he visto la forma de salir. Debe ser que después de tanto tiempo no quedan soluciones para mi.

1 comentario:

Someone dijo...

Si me lo permites, me ha parecido precioso