jueves, 12 de mayo de 2016

No dejo de fumar.


He imaginado que venías, y que yo recogía las cosas del salón y de mi habitación. Yo guardaba todas aquellas que no quiero que veas, porque no quiero que te asustes ni que pienses que soy un puto colgado nada más entrar por la puerta. Imaginaba esto a media luz, atrapados en un rock tan sucio y excitante, sin más agujas a la vista que la que surcaría el vinilo en un rincón. Y lo escucharíamos muy cerca y tal vez sentiría o imaginaría sentir el calor de tu piel a escasos centímetros de la mía. Tú te darías cuenta de todo y te gustaría comprobar si me da un infarto levantándote y deslizando tu cuerpo muy cerca de mí en dirección a la terraza hasta desaparecer entre las cortinas. Decidiría seguirte cual Pikachu a Ash en el Pokemon amarillo. Nos apoyaríamos en la barandilla y trazaría horizontales con mi dedo sobre el dorso de tu mano. Te diría cualquier tontería. Cualquier cosa sobre ese momento que te hiciera sentir importante. Y ya sabes que no soy muy de rezar, pero pediría como un santo porque aquel fuera el último paso antes de acabar en el sofá, con mis manos abandonando tus costillas y tomando la arriesgada decisión de bajar hasta tus caderas.

Pero acaba de sonar el despertador y he dejado de imaginar. Espero que cerrar los ojos sustituya el sueño de alguna manera. Ahora solo pienso en cómo coño voy a enfrentarme a este nuevo día.





En parte fue mi culpa,
en parte fue su forma de mirar.

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