domingo, 16 de septiembre de 2012

No me invites a tu boda.


El camarero, un hombre alto y delgado, de mediana edad y aspecto cansado pero siempre con una sonrisa y unas palabras alegres, nos trajo los cafés y nos deseó un buen día. Ella le añadió azúcar al suyo y yo mientras desvié mi mirada hacia la pareja que se sentaba cerca de nosotros. Serían más o menos de nuestra edad, tal vez un poco mayores. La chica era pelirroja y llevaba un jersey verde. No dejaba de mirar al frente, hacia el chico, que vestía una sudadera gris. Él, en cambio, estaba cabizbajo y no lograba soportar la mirada triste de ella. Me compadecí de aquel chico, pues podía comprender casi exactamente cómo se sentía a pesar de que era la primera vez que lo veía.

Volví la mirada y le añadí un par de cucharadas de azúcar a mi taza, pero siempre menos cantidad que ella, que acostumbraba a endulzar mucho el café. Ambos bebimos el primer sorbo, pero yo esperé con el borde de la taza en los labios mientras la miraba probar el suyo. Me gustaba mucho verla así, sin que se diese cuenta. Observar esos pequeños detalles, lo que una persona hace inconscientemente: fruncir el ceño, tocarse el pelo... Vi que se había quemado un poco, y es que el café estaba todavía demasiado caliente. Así que decidí esperar un poco y soplar durante unos segundos. Aún así, yo también acabé quemándome.

      - Menudo bostezo has dado, cariño.
      - Es que no he dormido mucho esta noche...- contesté intentando excusarme.
      - Se te nota. Ni esta noche ni las últimas, parece - dijo ella resignada.
      - Touché. 
      - ¿Y por qué no duermes?





No me invites a tu boda. No quiero beber whisky malo entre tus familiares, ni quiero que me vean borracho los niños y las ancianas. No quiero que me veas destrozado: pálido, con ojeras, delgado, cansado. No quiero tener que callarme para siempre, ni quiero hablar ahora y arruinarte la ceremonia. No quiero mentirte y tener que inventarme una excusa para no ir y, sobre todo, no quiero tener que ver cómo te entregas a quien no te merece. Así que, por favor, no me invites a tu boda.


Y un día tuve noticias de un extranjero sin voz;
decía ser tu amante y, si lo era, ¿quién era yo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por el párrafo que no está en cursiva en esta entrada haré el esfuerzo de leer el resto de ellas.
Me gusta como escribes y he pensado que un poco de feedback nunca viene mal para animar al escritor a continuar haciéndolo.
Suerte.