domingo, 22 de mayo de 2011

Sinclinal y anticlinal.

Volví a abrir los ojos y vi como la dama rubia con la que compartía la cama se había dormido con una cálida sonrisa, apoyando su cabeza sobre su mano, y ésta sobre la almohada. El recuerdo de Alicia me empezó a quemar y no tuve el valor de continuar en aquella cama. Cogí mi ropa, me vestí y silenciosamente salí de la habitación sin que ella me oyese. Bajé las escaleras y salí al portal cuando la noche era más oscura y algunos empezaban su jornada laboral. Me refugié en mi traje, que me resultaba escaso ante tan bajas temperaturas, y crucé la calle. Me volví un segundo y levanté la vista hacía la ventana de la habitación, en la que pude percibir unos reflejos brillantes de su pelo rubio y el resplandor de su piel pálida. Estaba allí arriba, mirándome y quizá sintiendo la recurrente mezcla de rabia y desprecio por el que nos hace daño. O puede que fuese como yo, alguien que simplemente utilizaba a otras personas para olvidar a alguien que de verdad le había echo trizas por dentro.



Ni los adoquines de tu calle, ni el ruido de los escombros, ni la estación... uff.