jueves, 2 de junio de 2022

Imposibles.

Son las ocho de la tarde y he ido superando satisfactoriamente todas las pruebas que me ha planteado el domingo. Como Indiana Jones en el templo maldito. He superado ese dolor de cabeza al despertarme a las dos, recurriendo a la química. He superado el deber de poner un poco de orden en casa y tratar de empezar la semana con buen pie y sin arrastrar deudas de la semana que acaba.

Pero son las ocho de la tarde, el sol comienza a flaquear y la casa se encuentra sumida en el silencio más frío. Me he puesto a pensar y me ha venido a la mente el recuerdo de tú y yo fumando en aquella calle. Fumando y hablando de mil cosas, sin ganas de entrar. Me ha venido el recuerdo de tu pelo y de tu piel. De tu falda y tus piernas de vértigo. He recordado tu sonrisa y me he resbalado otra vez por tus mejillas y tus labios. 

Nos mirábamos y tú me dijiste algo que podría haber firmado yo. Me dijiste, de la manera más dulce, que también estaba bien así, que los imposibles también son bonitos. Yo asentí. "Tienes razón", te dije. "Pero ojalá fuera posible", pensé.

Sigue siendo domingo y recuerdo aquella última mirada, ya de día, nuestra última mirada.


Dime qué tengo que hacer,
adónde le tengo que caer,
para pasar tres días y dos noches...