jueves, 16 de diciembre de 2010

El mismo teatro.


Todas las noches en la cama, ya con la luz apagada, me digo a mi mismo que tengo que cambiar de vida, que toda esta mierda se acabó. Pongo el despertador a las 9, quiero arreglar la casa, dar un paseo y que me de el sol, tal vez leer algo y comprar un buen traje, o quizá olvidarte de una vez. Me duermo pensando en mi nueva vida, en lo feliz y bueno que voy a ser.

Unas horas después, el despertador suena y decido que mi nueva vida puede esperar 5 minutos más. 5 minutos que se transforman en dos horas, y me vuelvo a levantar con dolor de cabeza. Me alegro porque en la despensa quedan cereales y pongo un viejo vinilo en el toca discos mientras me tumbo en el sofá, a ver un partido. En la esquina del salón, descansa mi bajo y en la mesa, al lado del mechero y una bolsita, suena el móvil.

Lo cojo y tu suave voz me da los buenos días, y pienso que, después de todo, esto no está mal.






No estoy seguro de que la droga pueda sustituirte, pero, si no me haces caso, tendré que intentarlo. Creo que no entiendo a las mujeres. Por lo menos a ti no.







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