lunes, 18 de junio de 2018

Incerteza.

He de reconocer que ya no recordaba la fascinación que me produce el hecho de que nunca conoces a nadie de verdad hasta que os miráis el uno al otro separados por dos centímetros de distancia. No es lo único que necesitas para conocer a fondo a alguien, pero lo necesitas. En esas circunstancias un rostro es totalmente diferente, hasta el punto que al abrir los ojos por primera vez después de probar sus labios piensas que qué ha podido pasar. En ese momento descubres nuevos matices en sus ojos, nuevos ángulos en su sonrisa y en sus mejillas, y hasta puedes adivinar lo que parece una nueva textura en su piel. Y todo eso en unas décimas de segundo. Demasiado en tan poco tiempo. Suficiente para dejarme aturdido durante toda la noche, únicamente pudiendo pensar en eliminar de nuevo esos dos centímetros de distancia y volver a sentir el contacto de sus labios.  
Llevamos horas aquí metidos, pero juraría que solo han pasado unos minutos. Es un tópico, lo sé. No sé si es que me han hipnotizado esos ojos pero me quedaría aquí para siempre. Yo te digo que es una mierda que la cama sea tan pequeña y tú me dices que está bien, que tiene sus ventajas. Así de idiota estoy. Pero me asusta que las montañas, los ríos y los bosques de tu país queden a tres mil millones de centímetros de distancia de aquí. Aún así, estaría bien estar contigo si hay un final. Quisiera hacerlo bien. 
Ya se acaba otro día sin saber de ti y escribo estas líneas mientras recuerdo tus ojos brillando, coronando la sonrisa más amplia que te he visto nunca. También con esa sensación de no saber si volveré a verte que tenía cuando te esfumaste por tu calle camino a casa, después de aquella última sonrisa. Pienso en tu cuello, en mis labios besándolo y mis manos acariciando tu pelo. Pienso en tu sonrisa iluminada por el sol de mi tierra y en tu piel resplandeciendo en mitad de la noche y yo mirándote con cara de bobo y sin saber qué decirte. Me asusta volver a la cruel rutina que aniquilaste. Los últimos rayos de sol se despiden y otra vez me pregunto qué estarás pensando, si estarás bien, si querrás saber de mí.



No fui yo quién le robó el azul al cielo,
por favor es decir mucho con un ruego.
Abrazar de nuevo el instante
me está haciendo levitar.


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