domingo, 19 de febrero de 2012
El científico triste.
Si me preguntas por qué te quiero tanto, te puedo responder que, en aquel primer momento, se activaron los mismos sitios cerebrales que también actúan cuando tengo miedo. De esta forma, el ámbito inconsciente de mi cerebro es el responsable de la excitación que siento al estar contigo, el que hace que te vea con el filtro de la perfección. Es decir, que, para mí, eres perfecta.
Al mismo tiempo, en los centros de placer de mi cerebro, comenzó la liberación de la hormona del placer, la dopamina. Una hormona que no es ni más ni menos que una droga, que se activa en tu presencia y, como todas las drogas, produce adicción. Por eso, sin ti, me ahogo en un estado de necesidad, "el mono", que solo se calma cuando tú estás.
Así estuvimos entre seis y dieciocho meses. Un período en el que, al ir todo bien, se consumó el amor en la cama, y el orgasmo produjo la liberación de la oxitocina. Una hormona que alimentó la responsabilidad que siento de protegerte a ti y a nuestra descendencia. Y aunque los métodos anticonceptivos engañaron a nuestro cerebro, sigo sintiendo esa necesidad de seguir protegiéndote por mucho tiempo.
Y una y otra vez
la fórmula no podía fallar
pero faltaba algo más.
Había ciertos datos que no coincidían
y dijo que ya no podía seguir.
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