Te deslizas por la entrada sin que aún me haya dado tiempo a guardar las llaves, como una niña que conoce su nuevo hogar tras una mudanza. Yo entro después y tú ya has atravesado el recibidor y estás recorriendo el imponente salón asomándote a cada uno de los ventanales. Dejo las maletas y cuando vuelvo a mirar ya has desaparecido por el pasillo. En mis piernas se hacen palpables los kilómetros conduciendo y una sensación de pesadez en la cabeza me pide a gritos cerrar un poco los ojos. Asomándome a la ventana veo a lo lejos la ciudad descendiendo hasta el mar y yo intento imaginar cómo sería la vista antes de que los grandes edificios sustituyeran a las antiguas y humildes viviendas. "Sí que es grande la casa", pienso cuando unos segundos después de esa abstracción recuerdo que te tengo aquí y que no has vuelto, y entonces me olvido de todo lo demás. Estamos solos. Unos segundos después apareces y dices que te vas a probar esa ducha ultra moderna que dices que has descubierto. Cuando te vas y al avanzar un poco por la casa descubro una estufa de leña que alguien se ha encargado de preparar y un señorial butacón al lado. También una enorme y mullida cama y al tumbarme un poco acabo dormido de manera casi fulminante.
Cuando despierto tú estás tumbada a mi lado y me miras. Llevas un batín rojo un poco desabrochado que me deja contemplar tu hombro derecho y tu clávicula marcándose sobre la piel. Al volverte a mirar a los ojos siento que no los has apartado de mí mientras te miraba y yo noto que me pongo un poco rojo. —Vaya siesta te has pegado—, me dices. —Tú también puedes dormirte si quieres—, contesto mientras una décima de segundo después pienso que soy tonto, porque no quiero que te vayas a dormir, aunque lo entendería si lo hicieras. Y si lo hicieras yo haría lo propio después de un último cigarrillo mirando hacia dios sabe donde asomado a uno de los ventanales y pensando en ti.
Pero no te vas a dormir, y me besas. Siento tus labios sabiendo que no voy a olvidar nunca su textura y mientras tanto tu mano derecha se posa en mi pecho. Creo que eres capaz de sentir la subida de pulsaciones que acabo de experimentar y a mi me gusta pensar que tienes mi corazón en tus manos. Nos volvemos a mirar y me incorporo un poquito hacia ti y te cojo suavemente del costado casi sin notar el batín. Solamente puedo notar tus caderas y tu culo cuando decido bajar un poco más y agarrarte de manera un poco más firme. Yo no sé si te imaginas lo que siento al ver que te muerdes el labio inferior pero entiende que nunca había sentido algo tan intenso y que no soy consciente ya. Es díficil creer que pueda acariciar así tu piel y ver tus ojos tan de cerca. A esta distancia es imposible no perderse en ellos. Es difícil de creer y yo comienzo a sospechar pero si esto es un sueño al menos que sea intenso y bonito. Que me quiten lo bailado. Ya más envalentonado y sin nada que perder decido probar a bajar a besarte en el cuello y volver a bajar a besarte en la clavícula y así sucesivamente hasta que el mundo parece detenerse y definitivamente esto debe ser solo un sueño.
Lo intenté por tercera vez
me enfundé en mi traje beige,
miré hacia el suelo y me santigüé,
te encontré entre los escombros.
Y tú con tu voz,
esa voz
y tu pálida piel.