sábado, 28 de diciembre de 2019

Tristemente

Otra vez este ascensor que no llega nunca. Y esta luz que me está matando. Parece que todo me molesta y solo quiero cruzar por la puerta de casa y caerme muerto en la cama. Tristemente me lo he ganado y será lo único que pueda hacer a estas alturas si logro desconectar la cabeza. La puerta se abre y en décimas de segundo estoy abriendo y entrando a casa.

A ver con qué cara te digo yo ahora que no lo he podido evitar y que lo he vuelto a hacer. Que la he vuelto a liar y que todavía siento la cocaína dando vueltas por mi cabeza, difuminando mi percepción y mis pensamientos ya de manera más tenue. Cómo te digo que lo cambiaría todo por despertar contigo durmiendo abrazada a mí. Y verte sonreir en sueños mientras el sol va saliendo poco a poco y las cosas de la habitación comienzan a hacerse otra vez visibles. Observar tu pelo y tu piel, escuchar tu respiración durante horas y pensar en la suerte de poder tenerte aquí.

Cómo sobrevivir al hecho de llegar a casa a las 7 de la mañana arrastrándome y ser plenamente consciente de que no estás. Con dudas razonables sobre si volveré a verte, y más si alguna vez te enteras de esto. Con la certeza de saber que no merezco que compartas nada de tu vida conmigo. Que no te mereces leer las tonterías de un yonki. Llegar a las 7 de la mañana y asumir que es mejor así para todos.


Y yo escogí la enfermedad
y escogí el frío.
Pero no equivocaré
no equivocaré el camino.

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