viernes, 15 de mayo de 2020

Epílogo.

Permitidme que me ponga serio ahora que ha pasado más de un año desde la primera vez que la probé y muchos meses desde que decidí que ya no más. Incluso desde la última noche que fui débil. Solo quería decir que he cumplido. Que dije basta y así fue. Que incluso he dejado algún mal hábito más por el camino y que he adquirido algunos mejores. Dentro de lo malo que fue, sobreviví. Sin secuelas aparentes, a pesar de lo que hice algunas noches que no quiero recordar. Y maduré.

Pero no todo es tan sencillo. Hay noches que sé que si la tuviera cerca volvería a probarla. Y lo haría porque no tengo esperanza. No hay futuro. Solo la posibilidad de haber tirado diez años de mi vida a la basura y la incertidumbre de no saber si voy a ser lo bastante fuerte para empezar de cero. Diez años. Da vértigo. ¿Cuántos "diez años" me quedarán? Me da miedo pasarme el resto de mi vida sin nada, encadenado a un sitio que adoro, pero en el que ya no tengo a nadie. Salvo a mis pobres padres, que no se merecen todo esto, y por los que intento seguir a flote.

Solo tendría que hacer una llamada y en un rato la volvería a sentir en mi garganta. Porque no he probado nada que me evada más. Es así. Pero luego hace que te duela todo, incluso un año después. Es lo que tiene esta droga. Te deja en el infierno después de pasar por el cielo. Tengo miedo de que no haya nada por lo que estar bien. Tengo miedo de una vida vacía, con todos los sueños agotados. Una vida en la que esta química sea lo único que me haga sentir algo.

Sería tan fácil como hacer una llamada. Pero no lo he hecho.



Si no fuera porque 
me tienen que enterrar
y que dos cipreses negros
se comerán mis sueños.
Si no fuera porque 
es tan triste convertirse en recuerdo. 

No hay comentarios: