domingo, 22 de marzo de 2020

Diarios de la peste (II)

Son las cinco de la mañana y no puedo dormir. Me asomo a la ventana con un cigarrillo en los labios, deseando que sea el último del día. Fuera llueve pero nadie se enterará hasta dentro de un par de horas. En los edificios de mi calle tan solo sobreviven un par de luces dispersas en algunos pisos. Preciosa estampa para un confinamiento.

No sé si te ha pasado alguna vez. Descubrir o redescubrir un grupo de música que de un día para otro cambia todos tus esquemas. Llevar cierto tiempo remando en la dirección correcta y que de pronto una canción se cruce en tu camino y te muestre un abismo jodidamente profundo. Recuperar la consciencia unas horas después, a oscuras, tendido en el suelo de la habitación. Sentirte como si te hubieran abducido. Y el disco sonando y girando una y otra vez. Dudar si esta vez vas a poder sortear ese pozo sin fondo y no tener más remedio que dejarlo todo a merced del paso de los días. Pensamientos que te asaltan al menor descuido una noche cualquiera de cuarentena, y que no puedes contar a nadie.



World reknowned failure at both death and life.
Given nothingness, purgatory blight.
To run and hide, a cowardly procedure.
Options exhausted, except for anesthesia.

No hay comentarios: